jueves, junio 22, 2006

Capítulo 22

Percibe el dolor punzante en su cara; la siente del doble de su tamaño. Mover la boca le cuesta tanto que no atina a pronunciar palabra. Se da cuenta de que hace frío y repentinamente es conciente de su desnudez. Intenta moverse pero la fuerte presión de las cadenas en sus muñecas se lo impide.

Lentamente se acostumbra a la penumbra del lugar. Es un cuarto gris, vacío, se le antoja una cámara frigorífica. Las paredes parecen de acero, frías, muertas.

Simona desea gritar, pero a medida que despierta el terror se apodera de ella. Qué es lo que ha ocurrido, se pregunta. Le parece que nada tiene sentido, pero sin embargo, esa situación le resulta extrañamente familiar.

Capítulo 21

Simona hoy no ha ido a trabajar. Está encerrada en su cuarto, sin apetito, sin voluntad. Por más que se esfuerza, no logra recordar lo ocurrido la noche pasada. Ni siquiera ha atinado a recoger el cuchillo que yace en el suelo, aún teñido con el color oxidado de la sangre.

La habitación es un caos, una representación de sus pensamientos. Se arroja en la cama y sus lamentos se apagan contra el colchón. Se queda allí, tendida, exhausta de tanto llanto y se duerme sobre la tibia humedad de su respiración.

Un ruido la despierta. No sabe qué hora es, ni qué parte de sus recuerdos han sido sueños. La habitación está oscura y una segunda silueta se mueve allí dentro. Simona no alcanza a ver, pero siente el movimiento del aire. El impacto da de lleno en su cara.

martes, junio 20, 2006

Capítulo 20

–Tendría que haberme duchado. Maldito el momento en el que en lugar de abrir la ducha me dejé llevar por mi despecho... ni siquiera sé qué esperaba ver... maldita desagradecida... –Desplomado en su sillón, Gedeón solloza tomándose la cabeza con ambas manos, recuerda todo como se recuerda un sueño: sombras, colores y sonidos estridentes, pero sin certezas ni claridad. Esa madrugada había decidido entrar a hurtadillas en la vivienda de Simona a corroborar con sus propios ojos, aquello que en sus sospechas y en las fotos aún no acababa de creer. Sólo recordaba la ropa que había visto tirada por el suelo, más allá la cabellera de Simona, y la voz de un hombre que cada cinco o seis palabras reía... una risita desesperante. Luego sólo recordaba el portazo que había dado al regresar a su casa, pero no lograba hacerse una noción del tiempo que había pasado sentado en el suelo contra la puerta con la mente en blanco.

Capítulo 19

Encerrado en su despacho como una bestia en su jaula, Gedeón no para de sentir cómo la inquietud sube y baja por sus venas golpeando sus sienes. Necesita ver las cosas con claridad y frialdad, pero dadas las circunstancias resulta imposible.
Alguien golpea la puerta.
–Señor, hace un momentito trajeron un adelanto del pedido de tinta que tenemos pendiente, ¿se lo alcanzo?
–¡No! ¿para qué quiero eso ahora? Quédeselo y que no me moleste nadie.
Esta conversación a voz alzada, con la puerta excepcional y muy descortésmente cerrada con llave, en lugar de servirle a la señorita para calmar su preocupación por su jefe, aumenta el desconcierto y la impotencia ante una situación que en sus cuatro años de secretariado nunca hubiera sospechado ni por asomo en el Sr. Holzman.
–“¿Qué le ha pasado hoy a tu corbata?” ... y ese maldito detective... –transpira Gedeón con sus ojos desaforados.

lunes, junio 19, 2006

Capítulo 18

Gedeón calla repentinamente cuando advierte el rostro lívido de Levi. De los labios temblorosos del detective brota un susurro que quedará grabado en la mente de Gedeón:

–Esa… chica es una… asesina…

Nadie percibe el lento derrumbe de Levi sobre la mesa. Sólo Gedeón es el testigo de su muerte. Aturdido, mira en todas direcciones. Piensa que el mozo no tardará en aparecer. Se levanta rápidamente y se acerca al cadáver. Revisa sus bolsillos mientras simula hablar con él y lo sostiene para que los parroquianos del bar no adviertan lo que está sucediendo.

Solamente encuentra un pañuelo ensangrentado en las manos de Levi, lo arroja al suelo y sale corriendo sin siquiera pensar en las consecuencias.

viernes, junio 16, 2006

Capítulo 17

-¡Eh, Holzman! ¿qué le pasa hoy a tu corbata? Hasta parece que te hubieras peleado con el peine- dice entre risas el mozo de siempre mientras pone a volar su bandeja por encima de las cabezas de los clientes. Con semejante actitud, a Gedeón le cuesta pasar desapercibo, siente que todos los ojos se clavan en su cabello o en su pecho.

-Oiga Levi, ¿no le pedí discreción? ¿a usted le parece que llamarme a la oficina con esos humos es discreción? ¿a usted le parece que hacerme salir a una hora inexcusable y venir a un bar donde ya nos han visto antes está bien? usted tiene un problema, y es que sólo le interesa el dinero. ¿Tan difícil es hacer bien su trabajo? Un hombre de su edad... y encima apesta Levi, destila licor, creo que está loco...

Isaac no puede más que contestar presionando su costado con ambas manos, y un pañuelo. No emite ni medio sonido, sus ojos parecen suplicar, esta vez no se ha quitado su sobretodo.

Capítulo 16

-Le digo que ahora me es imposible! No me... pero... escu... ¡no cuelgue!... ¡Maldición!- Gedeón cuelga bruscamente el tubo del teléfono y recorre su frente con las yemas de sus dedos, indeciso, evalúa opciones, calcula excusas, da pasos sin sentido por el despacho, su frente está visiblemente irritada de tanta presión y fricción digital.

Instintivamente, la secretaria se quita los anteojos y frunce el ceño cuando ve a Holzman dar un portazo y balbucear al pasar -vuelvo en una hora- este hombre está como un energúmeno, ¿qué bicho le habrá picado? Salir así... ya lo decía mi abuela, a la gente nunca acaba uno de conocerla. La desconcertada mujer retoma el reflejo de respirar e intenta volver a su rutinario trabajo.

miércoles, junio 14, 2006

Capítulo 15

El portero del edificio se queda extrañado; cavila apoyado sobre el palo de su escoba pensando en lo raro que es ver salir a Gedeón a ese ritmo tan dispar, sin dominar el maletín, con la cara transfigurada, despeinado, las solapas alocadas al viento. Ni siquiera me ha saludado... la gente está loca, ya decía yo que tanta minuciosidad y puntualidad al final no le harían bien al Sr. Holzman, musita para sus adentros mientras reanuda el barrido de la vereda y lo ve alejarse casi a vuelo rasante, sin considerar al resto de los transeúntes.

-Sr. Holzman, gracias a Dios, por su retraso pensé que estaba enfermo. Hace un momento llamó un tal Levi, diciendo que era un asunto urgente, no parecía dispuesto a creer que usted no estuviera en la oficina... ha dejado este teléfono para que usted lo llame, no se lo escuchaba muy bien- explica la secretaria a la vez que extiende un papelito con el número y mira a Gedeón por encima de sus anteojos. Gedeón, visiblemente molesto por toda la situación, transpira, le arranca el papel de la mano y se dirige a su despacho. -Señor... ¿está usted bien?

lunes, junio 12, 2006

Capítulo 14

Los recuerdos de la noche resultaban confusos. Alguna extraña sombra velaba su memoria. Amaneció como todas las mañanas, oyendo la estridente alarma del reloj. Se incorporó desganada y descubrió sus ropas tiradas por el suelo. Su cartera abierta, tumbada en una esquina de la habitación, dejaba entrever parte de su contenido. Un peine, un pañuelo, un lápiz labial, rímel, y algo más, que destellaba tímidamente bajo un haz de luz que penetraba a través de la persiana.
Simona se agacha y vacía lo que queda dentro de la cartera. Allí está, y como en un deja vu, tiene la triste impresión de haber vivido ya ese instante. Pero lo peor no es no recordar cuál fue la experiencia por la que pasó, sino sospechar la verdad.
En el suelo, el cuchillo ensangrentado brilla con calma.

martes, junio 06, 2006

Capítulo 13

Todas por el suelo. Debieron haberse regado cuando el sueño finalmente venció a Gedeón. Se despierta lentamente, con un profundo y exhaustivo dolor de espalda que le obliga a calcular cada uno de sus movimientos. Se percata de que es mucho más temprano de la hora habitual, pero mal dormido, dolorido, con la claridad del amanecer y el barullo del camión de la basura penetrando por el balcón, es inevitable que poco a poco se reactiven en su mente todos los cabos sueltos y las hipótesis comiencen a perturbar su mente. Sus ojos se despiertan furtivamente, y comienza a recoger una por una las fotografías, que ahora, vistas a la luz del día, quizá le resultan aún más terribles y humillantes... la micro-minifalda, la ridícula plataforma en los zapatos de tacos, y el pintarrajeo de su rostro ¿cómo puede arruinar así unas facciones que a él se le antojan tan limpias y puras? Sin saber qué hacer ni cómo comenzar aquel día, Gedeón apaga el televisor, y se prepara para ir a la ducha.

jueves, junio 01, 2006

Capítulo 12

Una sombra se desdibuja entre las sombras de la noche. Su paso veloz y felino es una brisa atrevida. La complicidad de la oscuridad abre las puertas ante su movimiento y le permite pasar inadvertida. Se detiene bajo un solitario farol, desafiando la calma de las horas quietas.
Un coche se detiene ante su presencia y la ventanilla del conductor desciende mostrando un fingido desinterés. Una voz grave declara desde su ronca profundidad:
–Sabía que ibas a venir –y subraya la frase con una blanquecina nube de tabaco.
La portezuela del acompañante se abre.
–Vamos –ordena el conductor.
La silueta gatuna se desliza de la acera al asiento y allí confiesa:
–No sé si hoy quiero hacerlo.

Capítulo 11

¿Cómo Simona había sido capaz de traicionarlo de esa manera? El se sabe interesante, aunque no necesariamente lo que una mujer consideraría un “churro”, pero es consciente de que los años dibujados en los surcos de su cara, la plata que riega su cabello y su perfil meditabundo le confieren un aspecto muy atractivo sobre todo para mujeres que necesitan sentirse protegidas. Al menos eso se repite internamente Gedeón para darse valor cada vez que la vergüenza le dificulta el cruce de miradas o seguir una conversación con alguna dama. Lo carcome el pensar en lo que sintió desde que volvió a la oficina después del almuerzo y vio las fotos acurrucado debajo de su escritorio, en que no pudo parar de considerar e imaginar situaciones e hipótesis para que los hechos llegaran hasta esos extremos ¿Acaso era justo que aquella muchacha se hubiera burlado de sus sentimientos y su confianza? Aún a estas horas de la noche sigue rumiando el discurso que hubiera querido escupirle aquella tarde cuando la vio en aquel encuentro calculado por sí mismo, pero que fue incapaz de asumir al sentir la furia que recorría sus venas provocando el colapso total de sus sentidos. Sólo había sido capaz de esbozar una sonrisa nerviosa y huir.

Capítulo 10

La ciudad parece estar cayendo en el sopor de la medianoche. Sin embargo, Gedeón yace en su sillón próximo a la puertaventana que da al balcón desde donde alcanza a percibir cambios de colores e iluminación en las ventanas de los edificios vecinos, y escuchar murmullos o sonidos que en muchos casos coinciden con el ritmo de su propio televisor, al que no le presta ni la más mínima atención. Sus ojos no dejan de escrutar cada rincón de cada una de las fotografías que Levi le hubiera entregado al mediodía, mientras memoriza cada nombre, cada fecha, cada lugar. No había considerado que ver estas imágenes pudiera causarle un efecto tan devastador. Se sentía engañado, abatido, y hasta con un poco de vergüenza por no haber querido reconocer a tiempo lo que sucedía. Cada una de las palabras de Isaac Levi le volvía a sonar en la mente, y hacía eco una y otra vez, y esa risita... no podía entender porque aquel hombre lo provocaba de esa manera riendo casi burlonamente de su desgracia. Esa risita...