viernes, julio 14, 2006

Capítulo 25

Simona está helada. Su cuerpo no para de tiritar y sus dientes de entrechocarse, desearía que la hubieran amordazado para no tener que escuchar el desesperante rechinar. Pero además de aturdirla, va pronunciando cada vez más su contractura maxilar que se refleja en mareos y un intenso dolor de cabeza.
Ya ha renunciado a todo intento de zafar sus muñecas; sus esfuerzos sólo le han provocado heridas, que aunque ella no puede ver, siente milímetro a milímetro el dolor y percibe en la piel la tirantez de su sangre congelada. Su rostro asemeja el de una estatua de cera derretida, con sus kilométricas lágrimas y la secreción de su nariz como estalactitas. Sus ojos ya no pueden mantenerse abiertos. Hace horas que no prueba bocado. No tiene noción del tiempo que ha pasado desde que está allí encerrada. Pero eso le da lo mismo, ahora sólo quiere salir.