lunes, mayo 29, 2006

Capítulo 4

La calle está demasiado habitada, el rumor de la ciudad es como el ruido de una mar embravecida de gente y vehículos, pero es un sonido que no la calma como las olas del océano salado.

Simona apura su paso entre la gente y se sumerge en una boca del metro. Una vez dentro del transporte intenta distenderse con la lectura. De su bolso extrae un pequeño libro y lentamente se deja enredar por sus páginas. Simona ya no oye nada, sólo tiene ojos y mente para la historia que lee.

Al llegar a su destino desciende entre el tumulto de gente que va y viene. Va en pos de la escalera mecánica y sale a una plaza reinada por un sol deslumbrante.

Sentado en un banco, aferrado a un periódico gastado, alguien la observa.